Estoy obsesionado con cortar cebollas. He practicado todas las formas posibles de cortar, pero hasta ahora la que mejor me sale es el brunoise, que son cubos pequeños para sofreír en mantequilla. Para el risotto se usa ese corte o al menos eso fue lo que me contestó la inteligencia artificial cuando le pedí que me ayudara a convertir un arroz del día anterior en un risotto.
Hoy en la cápsula de Supermán viajan las cebollas y las ilusiones
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No van ni dos meses de este año y ya se hacer risotto. Bueno, es cierto, si soy exacto no se hacer rissoto, lo que se hacer es transformar un arroz del día anterior en un arroz caldoso. Pero me sabe a risotto y lo importante, más que la teoría, es la autopercepción del plato, sí para mí es risotto entonces es un risotto. Con la misma decisión con la que me salto la teoría pelo la cebolla, la corto a la mitad, de raíz a punta. Coloco una mitad de la cebolla sobre la tabla y con la parte plana hacia abajo realizo cortes verticales hacia la raíz, sin llegar a cortarla del todo para que se mantenga unida. Luego hago uno o dos cortes horizontales con cuidado. Por último, corto transversal y pum aparecen los dados.
¿A dónde se va la mente cuando corta una cebolla? escuché la pregunta en el podcast de Maxi Guerra y al comienzo no supe responderla, porque en los inicios la obstinación de aprender no deja ver más allá, solo se debe pensar en cebollas y cuchillos. Advierto que esta cápsula termina cuando me de cuenta de que no soy tan obstinado ni tan seguro ni tan perfecto. Además creo que en este punto el relato se convirtió en una oda a mis habilidades, pero tiene que ser así por el bien del relato. Los narcisos y ciertos tipos de cebolla comparten características botánicas, entonces no es descabellado que hasta este punto de la cápsula sea una oda propia a las habilidades recién descubiertas. El Narciso nació en la cebolla.
Cuando el arroz se comenzó a acumular en la nevera tuve que cortar más cebollas y entonces pude responder la pregunta con más calma. La práctica deja tiempo libre a la memoria y para explicar a dónde se va mi mente debo recordar, y ya la mente se comienza a ir, que de pequeño cuando salía de ver una película de superhéroes, jugaba durante semanas a repetir la misma historia en mi cabeza y a imitar a los personajes con mis movimientos. Cuando mi mamá me veía sacar mis garras como Wolverine me decía con ternura:
—Ya te vas a empelicular— Creo eso me pasa mientras corto la cebolla. Mi mente se va una fantasía donde donde soy cocinero, dirijo una cocina o soy soldado de cocina. Entonces mi mente se divide y recuerda la única experiencia que ha tenido dirigiendo una cocina: Papa's pizza, un juego del 2007 de FRIV que se convertía en mi profesión de medio tiempo luego de estudiar en el colegio. No solo era el encargado de la comida sino también del negocio, sacaba pizzas lo más rápido posible, limpiaba la cocina, tomaba órdenes, entregaba pizzas y recibía el dinero. Con la W tomaba los ingredientes, con la D pasaba a la siguiente estación, con la A me devolvía y con la S iba a la caja registradora donde podía observar el rostro de los clientes ponerse rojo y verlos irse sin dejar propina por la demora del pedido. El estrés era real, pero siempre estaba al alcance la tecla “esc” para cambiar de juego cuando quisiera.
La otra película que se monta mi mente tiene que ver con el soldado de cocina o sea aquel que pela cebollas, friega sartenes, saca la basura y limpia pescados. Quiero escribir una novela donde mi personaje sea ese soldado, alcanzo a pensar una idea y me siento a escribirla. Curiosamente lo que escribo no tiene nada que ver con cebollas o al menos no es su argumento principal. El cocinero es daltónico y en sus largos y tediosos turnos solo piensa en colores, le asigna a cada espacio que conoce un color, esto lo leyó en una novela de Alejandro Zambra y quiso imitar al personaje que lo hacía. Sabe que los colores existen pero cuando se trata de combinarlos o de observarlos con detalle se pierde. Pienso en que su color favorito debería ser el plateado, el gris brillante porque es cocinero y todo lo que rodea a las cocinas es de ese color o debería.
Guardo la idea en notas y pienso que una cebolla me llevó demasiado lejos, entonces me voy del computador y vuelvo a la cocina a terminar el risotto con el caldo de pollo que dejé descongelando. Solo veo perfección en mis cubos de cebolla, los miro con cierto amor mientras los pongo en el sartén a sofreír con mucha mantequilla. Reviso mi celular mientras se ponen transpartente y mi novia me acababa de enviar un video de Anthony Bourdain cortando cebollas. Lo miro completo, incluso una o dos veces más y concluyo lo que hace un rato era imposible: no se cortar cebollas, estoy lejos de ser cocinero o de poder escribir sobre ellos. Me río porque la cebolla me llevó muy lejos. No se si fue ingenuidad o la ilusión que deriva de empelicularse, quiero inclinarme más por lo segundo porque me recuerda a mi mamá diciéndome con ternura:
–Ya te volviste a empelicular.
Abajo como siempre más cosas
👋🏼
Luego corto el ajo y no lo disfruto tanto, a pesar de que tengo la uñas a ras con la piel, el olor se mete por debajo de ellas y se queda una buena semana ahí, aunque me lave con miles de jabones.
El caos en esta película se ve lindo y creo que eso fue lo que más me gustó, además del cansancio que me contagiaron los personajes principales y los demás miembros de esta cocina disfuncional. Ojo con la escena de las langostas.
El vídeo en cuestión, y la forma correcta de partir cebollas:
Me obsesionan las obsesiones. Gracias por escribir sobre la tuya.