El 19 de noviembre de 2004 se estrenó mi episodio favorito de Los Padrinos mágicos, Cazadores de canales. Ahí fue la primera vez que vi y entendí lo qué era una cápsula del tiempo. Al final del episodio Timmy Turner esconde una cápsula del tiempo en su jardín para recordar lo que pasó en todo el capítulo. En un futuro quería acordarse de la aventura que tuvo a través de la televisión y también no cometer el error que sus padres cometieron al contratar a Vicky como su niñera.
En el futuro, los hijos de Timmy encuentran la cápsula y se la muestran a su padre. Él no alcanza a recordar del todo que significa cada cosa que metió allí. Tan así que la escena siguiente muestra a Timmy dejando a sus hijos a cargo de una niñera robot, con el mismo aspecto de Vicky, la niñera malvada que juró no contratar en el pasado.
Hoy viajan, en la cápsula de Supermán: las cápsulas del tiempo.
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Veintisiete años antes del estreno de ese capítulo de Los Padrinos Mágicos, la NASA envió al espacio dos sondas exploratorias llamadas Voyager. Tenían como misión explorar el espacio interestelar y enviar un mensaje a cualquier civilización que encontrara las sondas. Cada Voyager fue equipada con un disco de oro donde hay más de 115 imágenes de la Tierra y de los humanos; 21 sonidos que nos representan; 27 piezas musicales; dos saludos de líderes mundiales; varios datos de localización del planeta; un encefalograma para mostrar la actividad cerebral humana; y 55 saludos en diferentes idiomas.
Hola, saludos cordiales a todos. / ¿Cómo está la gente de otros planetas? / Amigos de las estrellas, que el tiempo nos una. / Larga vida para ustedes. A todos los que existen en el universo. / Si hay alguien ahí, reciban todo nuestro afecto. / Por favor, contáctense. Estamos aquí, los saludamos. Somos la gente de la Tierra.
Cuando leí todo esto en el libro Voyager de Nona Fernández, se me aguaron los ojos. Me resultó bellísimo pensar que fuera de nosotros haya alguien que nos pueda entender en inglés, en arameo o en cualquier otro idioma de los que registra el disco de oro. Corrí a Spotify con la esperanza de encontrar el disco. Menos mal la NASA lo grabó, y pasé toda la tarde de ese día escuchando los sonidos de la Tierra y de los humanos. "Somos la gente de la Tierra", repite el disco. Luego me asusta el sonido de un trueno; sé que es un trueno porque lo he escuchado ¿A los otros planetas los alcanzan los truenos? "Somos la gente de la Tierra", vuelvo a pensar.
Alguien podría decir que los discos no son una cápsula del tiempo, no están hechos para nosotros; ni siquiera están hechos para los humanos del futuro. Pero yo veo muchas similitudes con las cápsulas del tiempo. El proceso técnico es el mismo y la emoción de ver todo reunido es igual. El principio del disco de oro y de las cápsulas es el mismo: acumular la esencia en un espacio pequeño y guardarla por un tiempo largo. Ahora la única diferencia es el destinatario. El disco de oro no fue hecho para nosotros, pero quiero creer que sí. "Somos la gente de la Tierra", repite el disco. Aquí estamos, somos diminutos y, sin embargo, lanzamos una cápsula del tiempo al universo. Si el mensaje no llega a ninguna civilización, al menos los humanos sabremos qué somos, cómo somos, cómo nos escuchamos y qué escuchamos. El propósito de recibir el mensaje estará listo.
En 1983 el periódico El tiempo escondió su propia cápsula del tiempo para ser abierta en el año 2053. Dejaron sin expectativa a los humanos del 2053 pues en su periódico revelaron lo que hay adentro: Un revólver hechizo fabricado por la guerrilla liberal, unos óvulos anticonceptivos, la primera lavadora usada en Colombia, una máquina de coser, un reloj Jawaco de pared, un juego de parqués, una calculadora Sharp de bolsillo, una caja de dientes, un escapulario y un vestido de baño de una pieza1 . En la ceremonia además de revelar el contenido, el director del periódico Hernando Santos dijo la siguiente frase que me hizo mirar a Timmy Turner como un personaje malvado:
“Debo reconocer que la ceremonia que vamos a cumplir tiene algo de macabro. El entierro. Es cubrir con tierra los restos materiales de algo que hemos apreciado mucho, de algo muy vinculado a nosotros mismos y a la historia de Colombia".
Animado por todo esto quise crear mi propia cápsula del tiempo. Agarré una cajita de mentas y busqué cosas por el cuarto.
Lo primero puse fue un diccionario en miniatura de mi abuelo, lo usaba de pequeño para jugar a los magos, como si fuera mi libro de hechizos. Quería poner fotos y entonces encontré una de mi papá y otra de mi abuelo Álvaro. Ambos jóvenes, pero mi abuelo parece más niño que mi papá, su bigote lo delata. Quería tener en la cápsula otro juguete, así que le quité la máscara a dos muñequitos de Lego; uno era Batman y el otro un piloto de Star Wars. Vi en mi cuarto un AirPod que encontré junto a mi novia caminando por la 10B, y me pareció buena idea ponerlo. También puse el reloj de mi papá, que había heredado a su vez de su papá. Luego, fue turno de un llavero plateado que mi tío Memo encontró cuando trabajaba en la carnicería. Después una brújula que me dio mi hermana. También cupo un pescado de oro con una cadena que mi mamá me compró para representar Cien años de soledad en el colegio. Luego un anillo que le robé a mi novia. Un papel con la letra de mi papá. Un calendario del Mundial de Japón y Corea 2002; creo que es de mi abuelo porque en cada partido están sus números prediciendo los resultados. Y por último, puse una vela dorada de mi último cumpleaños.
Una vez la cápsula estuvo lista pensé en enterrarla bajo tierra, porque ni modo de mandarla al espacio. Pero no fui capaz, no quise. Era macabro enterrar algo que quiero tanto. Si la ponía bajo tierra tenía que ponerle una fecha de apertura y un destinatario.
Yo quiero esa cápsula para mi y abrirla cada que se me antoje. Pensé en Timmy Turner que hizo su cápsula para su yo del futuro, y una vez la encontró no pudo recordar lo que quería recordar. No vale la pena enterrar todo esto y no recordarlo. Mejor la dejo en mi cuarto, cerca a mis manos. Así puedo abrirla cuando quiera y recordar como era la letra de mi papá, o ponerme la máscara de Batman en mi meñique, o probarme el anillo de mi novia, o quebrarme los ojos buscando en el diccionario de mi abuelo.
Aunque las cápsulas del tiempo las hacemos para los otros que están en el futuro o para civilizaciones desconocidas, se me hace difícil pensar que no son para nosotros mismos en el presente. Por eso hay que dejarlas cerca, nada de tierra, nada del espacio
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(Esta cápsula No.005 se demoró porque cumplí años, no hice mucho pero cumplir años siempre atrasa las rutinas, que tal que no fuera así)
Abajo como siempre, más cosas.
En Colombia hay por lo menos cinco cápsulas del tiempo bajo tierra. Una de las más importantes está en Bogotá y está programada para abrirse en el año 2110. Para seleccionar el contenido de la cápsula se convocó a los ciudadanos a proponer elementos. El comité seleccionó los elementos y luego fue a una notaría a proteger el inventario a través de secreto notarial. Solo se sabe que en el museo de Bogotá está un Atlas, una camisa de La equidad, otra del Santafé, Millonarios y de nuestra gloriosa selección Colombia (🙁)
Si hablamos de cápsulas del tiempo, hay que mencionar los museos. Jorge Carrión escribe una novela de ciencia ficción espectacular llamada Membrana, la cual narra cómo las inteligencias artificiales construyen un museo para narrarse a sí mismas. Cada página es un inventario de cosas, una anatomía de una cápsula del tiempo en un futuro distópico. Una vez más, Jorge Carrión muestra su maestría para mezclar la ficción y el ensayo, algo que me parece bellísimo en el marco de la ciencia ficción. ¡Qué gran novela, qué gran escritor!
También me gustó la página que la NASA le hizo a los Voyager. Además de ver el contenido completo del disco de oro, también se puede rastrear las sondas en estos momentos. Para el día en que escribo esto, el Voyager Uno está a 24.45 billones de kilómetros, siempre está lejitos.
Cada 18 de Febrero el gobierno vigila La cava que cada familia hace. Ahora es obligatorio recordar. Nos entregan un cilindro en acero inoxidable, guantes y una pala pequeña. Todas las familias del pueblo nos reunimos en el parque y comenzamos a cavar para encontrarle un lugar a la cápsula del tiempo anual.
Cada año los periódicos y los noticieros muestran las exigencias del gobierno. Para este año es necesario que dentro de la cápsula hayan objetos de personas muertas, regalos de cumpleaños que te han hecho y una fotografía del álbum familiar. El año pasado fue menos doloroso, la temática eran objetos de limpieza, fácil. Los niños corrieron a buscar los jabones y los trapos más bonitos. Los llevaron al centro de la sala y entre todos escogimos.
El gobierno se preocupa demasiado por dejarle trabajo a los arqueólogos del futuro, quieren dejarles claro quienes fuimos. El parque del pueblo ahora es una montaña de seis capas de tierra, cada una por los años que llevamos haciendo La cava.
Ahora ya no quiero recordar. Hacer la cápsula es un martirio. Debo escoger entre los juguetes, los relojes y el maquillaje que encontré en sus cuartos. Pienso en no ir a La cava de este año, en dejarle al gobierno mis libros para que escoja uno y lo pongan en la misma cápsula donde van a ir sus juguetes.

El Tiempo. (s.f.). El tiempo congelado en una cápsula. El Tiempo. Recuperado de [https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1628492]
Disfruto mucho leer tus capsulas, tanto que busco el espacio para leerla sin lugar a interrupción. Esta me encantó, si supieras lo que yo tengo de capsula!!!
hermoso me encantó 💕